Me acuesto en mi cama sin sacarme los championes. No me importan los championes. El cuarto está cambiado, está más blanco y brillante que lo normal. Empiezo a pensar que ese no es mi cuarto. Las superficies son demasiado duras y resbalosas. Éste no es mi cuarto. No sé donde estoy, estoy en mi cerebro. Mi cerebro está en el cuarto, mi cuarto en mi cerebro, mi cuarto es un cerebro que está en mi cuarto. Y es de muchos colores, colores raros, nuevos, que nunca había conocido nunca. Mi risa se pierde entre todo ese mar de sonidos. No puedo hablar, no puedo gritar. Me estoy ahogando.
Levanto la cabeza con desesperación y el agua me corre por la cara. Tomo consciencia de a poco. Miro alrededor. No reconozco nada, todo es demasiado blanco. Los azulejos blancos reflejan la blanca luz de la lamparita. El frío mármol me enfría la espalda. El agua de la bañera me llega a la cintura. Mi pelo está mojado.
Me estaba ahogando en serio. Mojado y con frío me voy a mi cuarto, al de verdad, mientras pienso con desgano "nunca más tomo eso antes de darme un baño".